La crisis nos hirió de muerte hace tres años. Cabía
pensar que, al haber más parados, habría más dinero para formación ocupacional,
pero muy al contrario, los recortes desde entonces fueron aumentando hasta que
los centros pequeños nos vimos fuera de combate.
Hubo que dar un giro de ciento ochenta grados y buscar trabajo más allá de los cursos subvencionados para desempleados, que
eran el sustento de muchos de nosotros.
Los desempleados están cansados de tanto cursillo, los
particulares ya no están por la labor de pagar por formarse, los trabajadores
se acomodan y escasea el afán de superación profesional a través de la
formación... Es complicado sobrevivir
con un panorama así.
Sin embargo, aquí estamos aún. Y como lo considero como un Óscar
a la tenacidad y al trabajo, quiero agradecer al recoger mi premio, a todas las
personas que han estado ahí, al pie del cañón, aportando ideas y creciendo ante
la adversidad, trabajando si cabe, con mayor empeño e ilusión.
Y como siempre hay una mención especial, no me cabe ninguna
duda de que es Aitor quien más la merece. Por sus llamadas en los peores
momentos y por sus consejos, por su asistencia técnica y moral, por su
iniciativa y su trabajo desinteresado, por poner su inteligencia al servicio de
una “charcutería de barrio” y convertirla en un “Proyecto de Venta al por mayor
de Jamón Ibérico de Bellota”…
Como decía aquel: “¡No cabe en una vida mi gratitud!”.
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